Daniel Piñol reviewed Sobre la libertad by John Stuart Mill
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4 stars
Es éste un libro al cual volver. Y no (sólo) porque sea un clásico del pensamiento occidental, lo cual, además de ser una obviedad, suena a pedantería de escaso significado para quien no se ha adentrado aún en su lectura; a menos, por supuesto, que tal afirmación se justifique debidamente. Pero eso no es lo que pretendo aquí, sino, simplemente, dejar anotadas algunas de las razones relevantes que me impulsan a dejar este tratado en mi estantería de cabecera esperándome a su pronta relectura en lugar de desecharlo como un entretenimiento pasajero más.
En Sobre la libertad, John Stuart Mill recopila mediante el despliegue estructurado de argumentos un conjunto de principios orientativos para comprender el alcance de su definición y para procurar su ejercicio en la sociedad. Su enfoque, por lo tanto, es general, pero también es primordialmente práctico, y por ello no sólo invita a la reflexión, sino al experimento intelectual de comprobar y ponderar su aplicación en el mundo actual. Así pues, deja pronto aparcada la especulación y se adentra en seguida en los elementos que revelan la necesidad de la libertad, los beneficios derivados de su presencia y las consecuencias negativas de su ausencia o de imponerle determinados límites equivocados.
En primer término, plantea la importancia de la diversidad como clave del progreso; y en este sentido defiende la libertad de expresión. En este punto hace hincapié en el contexto religioso, lo cual puede distraer al no iniciado, pero resulta trascendental para propagar y fortalecer la tolerancia aún en este siglo. Por otro lado, en este mismo aspecto destacaría su defensa de las opiniones minoritarias, no sólo para apuntalar la legitimidad de los grupos marginales, sino como garantía de bienestar del individuo y condición sine qua non de la creatividad.
Los principios que establece me parecen de sentido común en el mundo occidental: el individuo tiene derecho a buscar su propio bien y actuar para alcanzarlo, siempre y cunado no impida lo mismo a los demás. Por consiguiente, la vida privada y, más aún, la intimidad, debe estar exenta de toda regulación pública. La Ley, por su parte, debe velar por la equidad en el espacio público y las afectaciones recíprocas. Estos enunciados suenan muy bonitos, pero a penas se tarda unos instantes en divisar su complejidad al tratar de materializarlos en casos concretos. Mill lo hace escuetamente, tanto en ejemplos específicos, que afortunadamente no son excesivamente anacrónicos (“¿un estado democrático de mayoría musulmana tiene derecho a prohibir el consumo de cerdo a todos sus ciudadanos?”, el divorcio, las casas de juego, el consumo de alcohol –con alusiones a la ley seca de Estados Unidos vigente en aquella época–, etc.) como genéricos (la educación de los hijos e hijas, el mercado libre). Y para mí, lector en el año 2020, es aquí donde puedo juzgar y valorar la validez contemporánea de sus principios, usándolos con relación al debate de la seguridad y las libertades en las medidas adoptadas para frenar la pandemia de la COVID19, o la piratería en internet (¿a quién hay que pedir cuentas, al responsable de la plataforma o al usuario que descarga los contenidos ilícitos?), o la legalización del consumo recreativo de marihuana, por mencionar de pasada algunos temas ahora candentes.
En suma, este ensayo considera tanto el ámbito de la libertad personal como prerrogativa exclusiva del individuo, como el aspecto social de la libertad, el cual participa de la moralidad pública y se ve afectado por las relaciones interpersonales y la intervención (o carencia) del Estado. Son todas éstas, cuestiones imperecederas a las que aquí podemos ser introducidos de forma breve pero no superficial y, sobre todo, clara.
Se agradecen sus nociones feministas muy avanzadas a su tiempo (1859).